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Tecnología y el Castigo de la Irresponsabilidad

El COVID 19 nos ha obligado a todos a cambiar a la fuerza. Los cambios, de por sí, producen grandes cantidades de cortisol en los humanos, lo cual se traduce en estrés negativo. Como ya llevamos un par de meses en cuarentena, es posible empezar a ver síntomas físicos del estrés como gastritis, migrañas, depresión, insomnio.

En parte, el aumento de cortisol puede deberse a la falta de ingresos (por todos los despidos producto de las medidas sanitarias), el estancamiento de actividades económicas como el turismo y el entretenimiento, por el confinamiento prolongado en solitario o más bien por el confinamiento en círculos familiares tóxicos, además de la reducción de espacios para recreación y ejercicio como playas, parques públicos, gimnasios, etc.

Nadie en el mundo estaba preparado para este virus en particular. Sin embargo, a través de la historia, la humanidad ha enfrentado muchas pandemias y crisis humanitarias. En cada una de estas crisis el doloroso aprendizaje ha permitido el desarrollo de protocolos y regulaciones para evitar injusticias.

Los expertos dicen que debemos esperar al menos 18 meses para la vacuna y, mientras tanto, todos estamos aprendiendo como evitar los contagios para poder atender a todos y cumplir sus derechos. Por lo tanto, la Ciencia debe desarrollar conocimiento y tecnología más rápido de lo que idealmente permitiría cumplir todos los protocolos y procedimientos.

Y es justo ahí donde me quiero enfocar hoy. Cuando la Ciencia empieza a obedecer intereses políticos y económicos, con regularidad se puede caer en violaciones de derechos humanos, destrucción del medio ambiente, deterioro de la calidad de vida, y se amplía la brecha de desigualdad en la sociedad.

Este tema no es nuevo en la humanidad. Es más, se puede estudiar desde Prometeo Encadenado. En este caso, los Dioses Griegos castigan a Prometeo por robarles el fuego para dárselo a los humanos.

Si adelantamos hasta 1818, Mary Shelley publica su libro Frankenstein, en el cual un científico arrogante se convierte en víctima del monstruo al que le dio vida. Coincidentemente, en ese tiempo, la Revolución Industrial estaba en sus primeras fases y en la ciencia se estudiaba la generación espontánea de la vida. Por esta razón, Frankenstein se considera una crítica al uso irresponsable de la tecnología: no es coincidencia que el título completo del libro es “Frankenstein o el Prometeo Moderno”.

El mito de Prometeo difiere del libro de Mary Shelley pues el castigo no viene de los dioses, sino más bien de la creación del científico. Para mí esto tiene mucho sentido, todas nuestras acciones tienen consecuencias y no todas son positivas.

Así llegamos a Hulk en 1962 en EE. UU. Stan Lee y Jack Kirby crearon una historieta sobre un científico quien es víctima de una gran exposición de rayos gama debido al fallo de una prueba de una bomba. En ese tiempo en ese país las pruebas de bombas nucleares estaban en auge y como sabemos, las bombas detonadas en Hiroshima y Nagasaki al final de  

a Segunda Guerra Mundial tuvieron consecuencias devastadoras para el país, para el medio ambiente y, sobre todo, para miles de civiles. A fin de cuentas, las guerras lamentablemente son responsables de muchos avances tecnológicos importantes para la humanidad hoy: el internet, el radar, la fisión, los celulares, entre muchos otros.

Adquirir conocimiento es como obtener un super poder: conlleva una gran responsabilidad.

El problema, al menos en mi opinión, está en que en las escuelas, colegios y universidades se obvia la importancia de materias de las ciencias sociales, como la filosofía, las cuales son fundamentales para estudiar la ética y sus implicaciones prácticas en sus futuras carreras profesionales.

La ética se deriva del griego y se define como “el conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”, según la Real Academia Española.

La moral, a su vez, se define como “perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva”.

Es decir, ambos conceptos son el producto de la convención humana. El bien y el mal, así como la belleza, son términos relativos e intrínsecamente relacionados con la cultura, la política, la economía y el momento histórico. También son conceptos fluidos. Por eso, pueden cambiar si las personas adaptan sus acciones a nuevas circunstancias. Por ejemplo, el matrimonio igualitario, el voto femenino o el consumo del tabaco.

Es que la moral y la ética no se construyen en un ensayo o en un curso de la carrera. Se fortalecen con las decisiones y acciones diarias. Porque la filosofía muchas veces es frustrante por ser subjetiva: no hay respuestas correctas, como en la vida. La respuesta es el cuestionamiento que cada individuo se hace antes de tomar la decisión.

Y se les dejo la inquietud a cada uno: ¿se tirarían en frente a la bomba que ustedes mismos crearon para salvar a otros? ¿Desarrollarían un arma de destrucción masiva solo para poder ponerle una vulnerabilidad, la cual permite destruirla?

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