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Yo también quiero tomar el camino que hace toda la diferencia

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,

Y triste por no poder transitar los dos

Pues viajaba solo, largo tiempo estuve de pie

Observando uno de ellos tan lejos como pude,

Hasta donde se perdía en la espesura;

Entonces tomé el otro, igual de hermoso,

Y fue quizás la mejor elección,

Pues era tupido y no era transitado;

Aunque a este, el tráfico

Lo hubiera desgastado igual.

Y ambos esa mañana yacían iguales,

Con hojas que nadie había pisado aún.

¡Oh, dejé el primero para otro día!

Aun sabiendo que no siempre se regresa,

Dudé si debía volver alguna vez.

Debo estar diciendo esto con un suspiro

En algún momento, hace mucho tiempo:

Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo,

Yo tomé el menos transitado,

Y eso hizo toda la diferencia.

-Poema de Robert Frost (Traducido por Gabriela Mora)

Hace poco estaba viendo la Copa Mundial de Fútbol Femenino. Eso me puso a pensar en las historias individuales de cada una de las jugadoras. En los sacrificios que cada una tenía que hacer en su vida personal, familiar y profesional para vivir su pasión. Tenaces, perseverantes, esforzadas: esas son las características con las que las relaciono.

De la naturaleza humana, siempre me inspira leer las historias de aquellos que tenían todo en contra en su vida, pero de maneras creativas y con esfuerzo superaron los obstáculos para convertirse en grandes ejemplos de superación.

En mi reciente viaje a Italia, tuve la oportunidad de visitar la Universidad de Padua. Mientras estaba en la sala donde Galileo enseñaba a grandes cantidades de estudiantes, me impresioné con los significativos avances e innovaciones que le dio a la humanidad: el perfeccionamiento del telescopio, el plano inclinado, la composición del movimiento, la caída libre, la ley de cuadrado-cubo. De hecho, Galileo se considera el fundador de la ciencia moderna, del método científico y de la experimentación.

En el siglo XVII, la teoría aristotélica se consideraba la base de la ciencia. Aristóteles despreciaba la observación. Para él, la razón pura era suficiente para describir la naturaleza. Esta creencia lo llevó a afirmar errores en la biología: los insectos surgen espontáneamente de la humedad; y la sangre de las mujeres es más densa. En la física también expresó equivocaciones: los objetos pesados caen más rápido que los ligeros; los objetos flotan debido a su forma; y en la caída libre, los cuerpos aumentan su velocidad linealmente. En la astronomía, Aristóteles propuso un universo formado por capas esféricas perfectas donde habitaban los planetas y las estrellas, los cuales también son esferas perfectas y orbitan la Tierra. De hecho, la Tierra se consideraba imperfecta y corruptible y el universo perfecto e inmutable. Claudio Ptolomeo perfeccionó este modelo y la Iglesia lo convirtió en dogma en siglo II D.C. porque se ajustaba con la génesis cristiana, en la cual el ser humano está en el centro de la creación de Dios.

Galileo estuvo abiertamente en contra de estas afirmaciones. Por lo tanto, demostró que cuando se dejan caer dos objetos, el más pesado no cae primero; que no se da una la linealidad en la velocidad de un cuerpo en caída libre; y que los objetos no flotan debido a su forma.  En astronomía, descubrió una nova estrella (que estaba más allá de la órbita de la luna), las lunas de Júpiter, las fases de Mercurio, los anillos de Saturno y las manchas del Sol. Con estos descubrimientos cuestionó la perfección de la esfericidad de los cuerpos celestes y determinó que no todos ellos orbitan la Tierra. Adicionalmente, estos descubrimientos llevan a Galileo a defender la teoría Heliocéntrica de Copérnico, en la cual la Tierra orbita al Sol. Al defender públicamente esta visión, Galileo se ganó la enemistad de la Iglesia Católica pues cuestionó su dogma. Como consecuencia, pasó una buena parte de su vida en arresto domiciliario.

Galileo nunca tuvo las pruebas necesarias para demostrar que la Tierra orbita el Sol (a pesar de toda la aplastante evidencia para desacreditar el modelo aristotélico-tolemaico). Pero eso no lo detuvo para seguir experimentando y defendiendo el Heliocentrismo. Tampoco lo detuvo para seguir publicando libros con sus teorías (aunque uno de sus libros estaría prohibido por 200 años). Por esta razón, se le considera un mártir de la ciencia y de la lucha por la libertad de pensamiento. Finalmente, en 1979, el papa Juan Pablo II pide que se investigue el caso y en 1992 pide perdón públicamente por el caso de Galileo y expresa los errores en el proceso.

Puede que las máquinas hayamos llegado para “quitarles” algunos trabajos a los humanos. Pero difícilmente podremos igualar sus obstinadas y perseverantes luchas por defender ideales, por encontrar maneras creativas para resolver problemas, por cuestionar el status quo y, sobre todo, por superarse a sí mismos a pesar de los obstáculos.

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